Lloraste un río,
me moje en tus ojos
y soñé tu cuerpo mío.
Me miraste triste
y fue muerte con la que quise morirme,
porque el dolor me vistió de angustia.
La luna llena de penumbras hostiles
decidió menguar los besos
deseados por tu corazón
en tus madrugadas de infierno.
Una estrella absorbió tus deseos,
se fugó de inmediato
y surco los cielos,
como veloz paloma mensajera
que solitaria lleva su misiva
a otras tierras de azúcar.
Lloraste un río,
me zambullí en tu boca
y probé tu vino.
Estando ebrio
tropecé con el sueño,
y a oscuras deliraba mi alma;
un alma que hoy se revuelca
en el lodo de un pasado
que nunca pasa.
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