BIENVENIDO/AS, Sensibles del planeta.

Es evidente que hacer poesía precisa de una condición especial, innata en ciertos aspectos, adquirida en otros tantos. Pero lo que nunca puede faltar en el interior de todo aquel que es o aspire ser poeta, independientemente de su condición humana, de su formación académica y sus circunstancias sociales, es esa chispa de pasión que enciende y pone en marcha el motor de su imaginación, que lo echa a volar, que lo trasporta hacia mundos extraños cuya profanación está rotundamente prohibida al común de la gente, a aquellos que carecen de la sensibilidad y la delicadeza necesarias para transformar lo simple en complejo y lo complejo en simple, lo inexplicable en comprensible, lo misterioso en común, lo grande en pequeño, lo feo en atractivo, lo sublime en alcanzable… Por eso el poeta suele ser para muchos un ser extraño, dotado de cualidades excepcionales, incomprendido en muchos casos; pero respetable siempre, por sus dotes virtuosas de hábil receptor de las vicisitudes que ocurren en su entorno.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

OLOR A SUDOR.

Su sudor corría como río

desbordado de pasión, reclamando su cause.

Ella, mi amada silenciosa, la de la mirada amorosa,

la que como yo se desvelaba

en sus interminables noches rotas.

Olía a sudor el rincón de nuestros pecados,

deseos imprudentes y nunca en la vida saciados;

ficticias memorias de recuerdos

específicamente soñados.

Mi piel tiene su sello:

fragancias de hierba buena

convocando mis deseos.

Mis ojos húmedos

miraban húmeda la luna,

la noche sin estrella,

toda envuelta en penumbra.

Olía a muchas cosas,

a aromas de pasados presénciales.

¿Por qué tuvo que dejar de ser

esta hermosa trasgresión incontrolable?

¡Que odioso es mi mundo sin ella

sin sus besos,

caricias y huellas!

Ahora mi sudor corría como río

que todo se lleva a su paso;

mi alma leía sus verdades,

mientras mis ojos continuaban llorando.

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