
Su sudor corría como río
desbordado de pasión, reclamando su cause.
Ella, mi amada silenciosa, la de la mirada amorosa,
la que como yo se desvelaba
en sus interminables noches rotas.
Olía a sudor el rincón de nuestros pecados,
deseos imprudentes y nunca en la vida saciados;
ficticias memorias de recuerdos
específicamente soñados.
Mi piel tiene su sello:
fragancias de hierba buena
convocando mis deseos.
Mis ojos húmedos
miraban húmeda la luna,
la noche sin estrella,
toda envuelta en penumbra.
Olía a muchas cosas,
a aromas de pasados presénciales.
¿Por qué tuvo que dejar de ser
esta hermosa trasgresión incontrolable?
¡Que odioso es mi mundo sin ella
sin sus besos,
caricias y huellas!
Ahora mi sudor corría como río
que todo se lleva a su paso;
mi alma leía sus verdades,
mientras mis ojos continuaban llorando.
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