
Tuve un alma,
un alma rota, pero mía;
un alma que se me perdió
en los bolsillos de tu partida
cuando de mi te alejaste,
sin razón alguna.
Mis ojos le sirvieron de cuna
a la luna cuando a sola la miré,
y lloré cuando recordé
el primer beso que nos dimos.
Beso de fuego pasivo,
hijo legítimo de la mentira;
mentira que talló en mi presente
una de sus tantas heridas.
¡Pobre alma desvanecida!
La que tuve.
Y me siento hueco
porque mi corazón sufre dos ausencias:
la de ella y la tuya.
Yo me perdí en la frontera
existencial de la suma,
cuando tu corazón me restó.
Lo hizo porque habíamos tres
donde solo cabían dos.
Yo fui el uno que se perdió
en el olvido que construiste.
En lo ficticio del amor me dijiste
que lo nuestro era distinto;
pero cayeron aquellas palabras
en las alcantarillas del olvido.
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