
Gota a gota,
mis lágrimas besando la roca
del invierno de mi vida.
Me miró la pena,
contempló mis heridas,
se acercó y se dejó sentir en mí
con su fría melancolía.
Yo nunca creí
que su abrazo lastimaría
lo que el tiempo había curado.
Pero me tropecé
con un recuerdo enamorado
que dormía en el ayer,
abrigado con la espera.
Yo me llené de sombra
cuando se apagaron las velas
de mis años mejores
y contrajeron nupcias
la suerte y la vergüenza;
porque nunca se me acercó a tiempo,
ni siquiera en el mal momento
en que la soledad dolía.
Yo he navegado los mares de la vida
en medio del ojo de la tormenta,
esperando llegar al puerto
de la muerte que se acerca
fuera de tiempo.
Ese que se expande como el eco
sobre el hueco de la historia,
bien aromatizando el mal olor
de mis verdades mentirosas;
las que guardo en secreto.
Y me descubro porque siento
que si miento
nada soy.
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