
El viento galopa con elegancia
sobre su piel desnuda,
y se detiene en su cintura,
queriendo deleitar sus ojos de caña,
y así dibujar en su dulce alma
la sublimidad de aquel rostro de ángel.
Su corazón la amó
desde el primer instante,
tal cual otros tantos la amaron.
Oreos de deseos carnales la desnudaron
en un sólido encuentro imaginario,
pero nunca hubo contacto
con aquella deidad humana.
Ella es hermosa como la madrugada,
frágil como la amapola silvestre,
dulce como el néctar de la flor del campo.
Su belleza alejó a sus santos.
Muchos tantos
le insinuaron amor.
Diosa hermosa,
concebida entre pétalos de rosas.
Manantial de mis ojos,
melao de mi garganta
que mi pensamiento atormenta.
Noche oscura, luna llena;
pero siempre de ti.
Porque también en silencio te mira,
rostro de ángel.
¡Benditas seas, mil veces bendita!
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