BIENVENIDO/AS, Sensibles del planeta.

Es evidente que hacer poesía precisa de una condición especial, innata en ciertos aspectos, adquirida en otros tantos. Pero lo que nunca puede faltar en el interior de todo aquel que es o aspire ser poeta, independientemente de su condición humana, de su formación académica y sus circunstancias sociales, es esa chispa de pasión que enciende y pone en marcha el motor de su imaginación, que lo echa a volar, que lo trasporta hacia mundos extraños cuya profanación está rotundamente prohibida al común de la gente, a aquellos que carecen de la sensibilidad y la delicadeza necesarias para transformar lo simple en complejo y lo complejo en simple, lo inexplicable en comprensible, lo misterioso en común, lo grande en pequeño, lo feo en atractivo, lo sublime en alcanzable… Por eso el poeta suele ser para muchos un ser extraño, dotado de cualidades excepcionales, incomprendido en muchos casos; pero respetable siempre, por sus dotes virtuosas de hábil receptor de las vicisitudes que ocurren en su entorno.

lunes, 11 de octubre de 2010

DULCE MIEL DE PECADO

Llora la inocencia,

postrada sufre dolores de hielo.

¿Quién te empaño los ojos?

¿Quién los mancha de llanto?

La herida no es tan profunda;

profundo es el inmenso sangrado.

Llora la inocencia;

su llanto es torrente maldito.

Terrible tortura de sus muertos internos

que juegan sus dados

a querer estar vivos.

Allí se postra el cadáver torpe,

en el negro féretro

del ya no te quiero más.

Dolida la razón,

se arrastra por el llanto

con los huesos quebrados,

amando en silencio

a quien no puede palpar.

La infamia se desnuda;

olores amargos

corroen su vestido,

y de pronto llora con gritos resonantes:

¡Te amo, amor mío!

¡Te amo, amor mío!.

Llora la inocencia,

dolida del todo.

Dulce miel de pecado

que abre sus ojos

de nocturnos placeres,

y que condenan a una costilla

a un septiembre nueve.

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