
Llora la inocencia,
postrada sufre dolores de hielo.
¿Quién te empaño los ojos?
¿Quién los mancha de llanto?
La herida no es tan profunda;
profundo es el inmenso sangrado.
Llora la inocencia;
su llanto es torrente maldito.
Terrible tortura de sus muertos internos
que juegan sus dados
a querer estar vivos.
Allí se postra el cadáver torpe,
en el negro féretro
del ya no te quiero más.
Dolida la razón,
se arrastra por el llanto
con los huesos quebrados,
amando en silencio
a quien no puede palpar.
La infamia se desnuda;
olores amargos
corroen su vestido,
y de pronto llora con gritos resonantes:
¡Te amo, amor mío!
¡Te amo, amor mío!.
Llora la inocencia,
dolida del todo.
Dulce miel de pecado
que abre sus ojos
de nocturnos placeres,
y que condenan a una costilla
a un septiembre nueve.
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